Quiero que en el cielo haya una cancha de futbol

Martín S. (Montevideo, Uruguay) nos plantea: «¿Por qué en algunas organizaciones está todo diseñado para que progresen algunas personas y otras no? ¿Por qué personas como yo, que tenemos una trayectoria en la empresa, nunca podemos lograr un puesto gerencial?»  

Por Daniel Elhelou (@Dani_Elhelou) – Experto en Coaching Inspirativo y Finanzas PyMe – Director de INSPIRATIVA.COM

“A mí me gustaría que en el Cielo haya una cancha. Una cancha posta ¿sabe? Con el pastito bien verde y parejito. Capaz que ahí nadie juega. Capaz que andan todos en otra, cantando, tocando el arpa, ud. debe saber. Aunque no haya con quién juntarse a patear, a mi no me importa. Pero que la cancha esté. Y que haya una pelota, claro. Porque si voy al Cielo quiero hacer lo que más me gusta en la vida. Y otra cosa: que en la cancha llueva, porque con lluvia es más lindo. ¿Se imagina? El trotecito corto. El agua resbalándome por la cara. El olor a pasto mojado. La bola cortita y al pie. ¿Qué más se le puede pedir?”.  Esta es la oración que reza el personaje creado por Eduardo Sacheri en su relato “Oración con Proyecto Paraíso”.

Seguramente Dios nos tenga reservado un lugar más lindo aún, aunque de todas formas, el tema central de este artículo es otro, a mi juicio menos trascendente pero muy importante a la hora de diseñar lo que quiero que pase en una determinada situación personal y/o organizacional futura.

Las conversaciones en la vida organizacional

Cotidianamente me encuentro en diversas situaciones, con empresarios o con colaboradores de distintas organizaciones, que utilizan un lenguaje al hablar en la que permanentemente describen una situación determinada. Algo así querer explicar que la responsabilidad de que las cosas sean de una determinada forma es consecuencia del mundo exterior a la persona que está hablando. Algunas veces la responsabilidad es de los políticos, otras del vecino, otras la competencia, el clima, los dueños de las empresas, el jefe.

Como mencionaba, parecería que la responsabilidad de que las cosas sean de una determinada manera está “en nuestro afuera”. Y tal vez, en algún caso, pueda ser cierto. Aunque, ¿sabe qué?, como organización (o como protagonistas de nuestra vida) no nos conviene que así sea. Si la responsabilidad del problema está del lado de afuera, es probable que también esperemos que la solución venga desde afuera.

Me gusta más la idea de hacernos responsables de las cosas que nos interesan. Si hay algo que no está saliendo como esperábamos, y a ese algo le damos un cierto valor, es posible que algo podamos hacer.

Sin ser tan duros con nosotros mismos, con una mirada de aprendiz, podemos pensar en la cantidad de acciones que podemos hacer (o podríamos haber hecho):

  • Alertar de la situación a tiempo,
  • Mantener esa conversación que parece tan difícil,
  • Tomar medidas preventivas,
  • Avisar que nos interesa ese puesto de gerencia,
  • Capacitarnos para ser más competentes,
  • Involucrarnos con mayor grado de compromiso,
  • Otras cosas que se les pueden ocurrir

Lo cierto es que el problema está, y ahora la propuesta es que queremos hacernos responsables. ¿Para qué? Para encontrar la respuesta a algo que yo también soy capaz de resolver.

Podríamos, entonces, afirmarnos algo así “Es tan importante esta situación que encontramos como problemática y que estábamos describiendo como un problema, que desde ahora nos queremos hacer cargo”.

Ahora bien, ¡atención! Si NO nos interesaba tanto, dejemos de describir la situación, no perdamos el tiempo conversando sobre esto, pues hay muchas otras cosas importantes que construir.

Estilo de conversaciones que predisponen al cambio

Las organizaciones donde fluyen preguntas sobre el futuro ideal, son – por lo general – dinámicas y están permanentemente abiertas al cambio. Las que describen y describen, generalmente se quedan en el pasado, mientras el presente transcurre.

Como líderes, cuando encontramos en las organizaciones a equipos o personas que en gran medida están describiendo situaciones con un estilo que roza lo victimario, podríamos interferir con tres preguntas sencillas. Estas preguntas contribuyen a que las personas se involucren en la situación, y hagan algo – desde el compromiso que asumimos al hablar – para cambiarla.

Las preguntas que se proponemos hacer son:

  • ¿Ud. qué quiere que pase con esto que está describiendo?
  • ¿Qué le está faltando para ello?
  • ¿Y qué podría hacer para que ello ocurra?

Pensando en Martín de Montevideo, o en tantos otros

No podemos saber si en su empresa se encuentra diseñado un mecanismo para que solo progresen algunos. Me permito ser un poco incrédulo de que esto ocurra. Lo que sí es posible es que hay algo que Ud. puede hacer para lograr lo que le gustaría. Un buen comienzo es empezar a plantearse qué le gustaría que pase con ud. en su organización, y qué le está faltando para lograrlo. ¿Qué le parece?

Conclusión

Yo no sé si podemos hacer algo para que el Cielo haya una cancha de futbol, tal vez seguir rezando entre varios. Lo que si estoy seguro es que podemos preguntarnos QUÉ QUEREMOS que pase con las situaciones que nos interesan y hacernos responsables para lograr el cambio.

A veces, lo que está faltando, es una conversación con alguien. Y esta puede ser un buen comienzo para alcanzar lo que queremos. ¿Qué les parece?

 


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