Muchas veces ponemos nuestra energía creativa para desarrollar nuevos productos, servicios, procesos, diseños, aplicaciones, canales, etc. Pero, en algún momento ¿debemos preocuparnos por los emuladores?
Por Diego Pasjalidis. Experto en Innovación & Negocios. Director de Inspirativa.
La Real Academia define a un emulador como aquel que imita las acciones de otro procurando igualarlas e incluso excederlas.
Nadie está exento de ser copiado, imitado o emulado, pero debemos saber que esto no debe ser una limitante para no hacer las cosas o para no comunicarlas, reacciones que algunos pueden tener.
Todos quienes hemos hecho algo que merece ser admirado o envidiado, fuimos emulados sabiéndolo o no. Incluso es muy probable que seamos, de forma consciente o inconsciente, emuladores de otros que nos han marcado de alguna forma: un docente, un colega, un pariente, un jefe, un referente del mercado, etc.
Si todos temiéramos por las copias, no existirían quienes escriben libros, o quienes educan, ya que – en definitiva – lo que están haciendo es brindar conocimientos y herramientas para que los emulen.
Mientras más esencia, más difícil de emular
Hacerlo primero ya es una diferencia. El emulador nace sabiendo que es una copia y, como tal, tendrá un doble trabajo ya que no es solo salir al mercado con un producto o servicio similar, sino que deberá hacerlo mejor y – para ello – debe recurrir a mayores habilidades comerciales o estratégicas que las demandadas por el producto original.
Por lo tanto, más allá del producto o servicio, ser primero es un condimento esencial.
Otro elemento que denomino parte de la esencia, es la forma particular en la que el producto o servicio es implementado. Por ejemplo: un docente puede ser emulado en su conocimiento por un alumno que memoriza sus clases, aunque la experiencia, el prestigio, la dinámica, didáctica, el don de gentes, no es pasible de emular tan fácilmente.
Barreras a la emulación
Más allá de lo anterior, podemos crear barreras para limitar o postergar la aparición de emuladores. Auque no son las mismas barreras para un bar, para un libro, para una tienda de ropa o para un vendedor de productos para mascotas, podemos resumir las principales como criterios generales y orientativos:
- Ser el primero: como mencionamos, ser el primero en desarrollar una idea nos convierte en innovadores. Aunque la copia seguramente capitalice nuestro tiempo de aprendizaje a su favor, debemos saber que quienes dan el primer paso están en condiciones de dar el segundo cuando otros recién comienzan el camino. Por ello es importante dar fuerte difusión (a diferencia de muchos que tratan de no hacerlo) de forma de evidenciar la posición innovadora, y nunca dejar de pensar en el siguiente paso para volver a innovar.
- Patentes y Marcas: siempre que sea posible, un buen concepto debe protegerse legalmente. Es probable que no todo sea patentable, pero existen otras variantes más flexibles y que permiten una cierta protección, como los modelos de utilidad, propiedad intelectual, desarrollo de marca fuerte, etc.
- Proteger «el cómo»: en un artículo anterior (ver) compartimos la diferencia entre el qué y el cómo. El cómo puede protegerse, por ejemplo, brindando exclusividad a un determinado canal comercial (cuando aparezca el emulador no podrá entrar allí), asociándose con aliados estratégicos al lanzar el negocio (de forma que el emulador note que saldrá al mercado con debilidades y deba esforzarse comercial o estratégicamente para encontrar nuevos caminos). De forma similar puede establecer alianzas con proveedores, distribuidores, etc, ya que – al momento de innovar – es más fácil celebrar este tipo de acuerdos.
- Redes sociales: hoy en día tendemos a comunicar todo en las redes sociales. ¿Saben lo que hace un emulador?: seguirnos allí!. Por ello es importante no brindar información estratégica, o adelantar comentarios que puedan despertar emuladores. Hoy podemos administrar qué pueden ver algunos y qué otros. Podemos elegir compartir mensajes generales, o acciones estratégicas. Debemos usar la fuerza de las redes a nuestro favor.
- Identidad, coherencia y consistencia: para emularnos, el imitador debe tener una sólida identidad, coherencia y consistencia, sino es imposible que alcance el éxito. Por ejemplo, si desarrollamos un producto ecológico que puede ser copiado por otro, el emulador (para tener mayor probabilidad de éxito) debe ser percibido como un referente en ese segmento, haber trabajado, actuado y mantenido esa conducta, de forma de salir al mercado como segundo, y que el cliente «crea» que su propuesta de valor es igual o mejor que la del producto original.
- Reacciones defensivas: en cierto tipo de negocios, cuando el emulador aparece en el mercado nosotros ya tendremos ciertos costos amortizados y estaremos en mejores condiciones de lanzar una estrategia de precios (bajando precios, lanzando promociones o agregando servicios) que el emulador no podrá afrontar tan fácilmente, porque recién estará tratando de conseguir clientes y pagar sus costos iniciales.
Aunque podemos saber, querer y hacer lo mismo, cada uno pone su esencia en ello. Por ello, no se preocupen por los emuladores, porque es una reacción natural del humano como especie. Al emulador lo puede guiar la admiración al innovador, el deseo de tener ese éxito, la envidia por lo que el otro ha logrado, la seguridad que le da algo ya probado, el miedo a fracasar si hiciera algo diferente.
En definitiva, todos somos emuladores y emulados en potencia. Recomiendo que pongan su mente en crear y en ser los primeros. Si desean crear barreras, háganlo pero que eso no les lleve esfuerzo físico, mental ni emocional.
Sean diferentes.
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