El 14 de febrero se ha convertido en una fecha en donde los enamorados y los comerciantes están de parabienes. San Valentín es una excusa para celebrar el amor algo que, por cierto, desde la ingeniería no existen fórmulas para comprenderlo y controlarlo.
Por Diego Pasjalidis – autor de Inspiración Extrema, Director de la Carrera Ingeniería Industrial de UADE (Universidad Argentina de la Empresa)
El amor no conoce de escasez como sí ocurre con el resto de los recursos materiales, económicos o incluso el tiempo. Todos pueden producirlo sin distinción de género, raza, edad, religión o nacionalidad.
Aunque nos sobre amor para dar no podemos almacenarlo y mucho menos planificarlo.
No es un commodity, ya que existen diferentes formas de expresarlo y con la personalización perfecta: es para un individuo en un momento y en un lugar determinado, y puede expresarse simultáneamente hacia diferentes personas, objetos, actividades o animales. No entendemos cómo esto es posible, pero lo hemos verificado.
Incluso se comporta “raro” de acuerdo a las leyes de atracción: no tiene que ver con la distancia ni el tamaño de las personas, ni tampoco atrae al positivo con el negativo. Es una rara forma de energía que aún estamos estudiando y cuya única explicación posible la denominamos reciprocidad.
Evidenciamos que las únicas profesiones y negocios que parecen nunca saturar el mercado se asocian al amor: el arte, la música, la poesía. Incluso el marketing actualmente sabe que las relaciones basadas en el amor son más rentables y sostenibles en el tiempo más allá de cualquier otra variable técnica. El amor puede definir en un 70% nuestras conductas de compra.
El amor no es un producto, un proceso o un proyecto, y aún estamos investigando si se puede clasificar como una fuente de energía.
Lo que sí estamos en condiciones de afirmar es que el amor puede erradicar el hambre, la pobreza, las guerras. El amor puede curar, educar, unir. El amor puede mejorar el ambiente, reducir la contaminación. El amor pueda hacer que las personas sean más felices.
Y siendo esto último el fin de cualquier rama de la Ingeniería, queremos decir que – aunque aún estamos trabajando en ello – podemos aseverar que el amor es un recurso inagotable, no tiene impacto negativo en el entorno, requiere pocos recursos para ser generado y lo que produce puede cambiar al mundo. Es eficiente, se auto repara y es el principal insumo de todo nuevo producto, descubrimiento e invención que la humanidad haya o vaya a realizar.
Y tal vez, solo tal vez, el amor sea en punto de convergencia entre la Ciencia y la Fe.
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