Por Diego Pasjalidis, experto en Estrategias e Innovación, autor del libro best seller «Inspiración Extrema» (Ed. Conecta)
En la campaña presidencial estadounidense de 1992, Bush parecía imbatible para muchos analistas políticos. Sin embargo, Bill Clinton desarrolló una efectiva propuesta con fuerte foco en el día a día de los ciudadanos y sus necesidades. Para ello, James Carville – jefe de campaña de Clinton – se basó en tres pilares fundamentales, los que exhibía internamente en las oficinas centrales:
- Cambio vs más de lo mismo
- La economía, estúpido
- No olvidar el cuidado de la salud
Bill Clinton se impuso ante Bush, y el slogan “es la economía, estúpido!” fue ampliamente popularizado en todo el mundo desde aquel entonces, pese a haber estado exclusivamente destinado para mantener enfocado al staff de trabajo.
Pero ¿podemos atribuir la victoria de Clinton a su principal frase? La economía es una ciencia que trata (y trata) de explicar la realidad, no teniendo entidad propia. Por ende, enfocarnos en la economía es como enfocarnos en la enfermedad y no en sus causas.
Es probable que el éxito no se haya debido al slogan, sino a lo creativo e impactante que sonaba. En definitiva, el éxito se debió al primer de los pilares de Carville: no enfocarse en más de lo mismo, en definitiva, innovación.
Hoy, la economía argentina está presente en cada página de los diarios: desde la inflación, pasando por los reclamos gremiales, la suba de precios y la falta de divisas se notan en cada suplemento, haciéndose tangible en los de Propiedades y Empleos, cada vez con menos páginas.
Todo parece ser queja y malestar, tanto de un lado y como del otro. De nada sirve quejarse si no existen propuestas de cambio. Las pocas alternativas que aparecen aparentan ser más de lo mismo, o soluciones imaginadas por quienes nunca han gestionado, difícilmente implementables en la realidad.
Incluso, quienes tenemos la responsabilidad de comunicar, dejamos poco espacio al debate real y pragmático para resolver la problemática de los distintos sectores
El huevo y la gallina
Todos somos parte de la causa, y también de la solución. La política y la economía son consecuencia de nosotros mismos. No es solo responsabilidad de los políticos ni de los gobernantes de turno.
Parece que estamos atrapados en un sistema en donde ingerimos nuestros mismos desechos, y que solo nos discutimos por los síntomas creados. Lo único que los ciudadanos parecemos pedir es “que alguien haga algo”, que es lo mismo que decir “que cualquiera haga cualquier cosa, porque yo no lo voy a hacer”, un grito desesperado que denota impotencia, malestar y falta de compromiso.
Necesitamos oxigenar el circuito, comprendiendo que la respuesta y la solución está frente a nuestras narices, si es que sabemos ver.
Desde hace seis meses a la fecha, me he topado con problemáticas de diversos sectores. Luego de la catarsis esperada, y dejando de lado la metodología, los mismos participantes han logrado crear una o varias alternativas de solución a sus problemas.
Sector Inmobiliario
“El dinero es un medio, no un fin” fue una de las premisas. “Si no hay dólares, transemos en ladrillos” propuso un empresario inmobiliario. Existiendo grupos de propietarios que tienen la necesidad o deseo de mudarse a un lugar diferente, ¿por qué no desarrollar un sistema que permita intercambiar inmuebles y solo pagar una diferencia en dinero?
Asociado a las redes de «búsqueda de parejas», las inmobiliarias podrían trabajar en red para encontrarle a un vendedor de la Zona A un departamento de la Zona B, y analizar la posibilidad de trocar propiedades. De no conseguir el interés mutuo, las redes permiten armar eslabones de interesados: «A» le da el departamento a «B», mientras que este se lo da a «C», y el departamento de «C» más una cochera se entrega a «A»… tan largo como sea necesario.
El trueque no es perfecto, pero el volumen de dinero que se manejará será sensiblemente menor, exclusivamente para cubrir las diferencias de valuaciones, y el dólar pasará a un segundo plano para este segmento.
Incluso, la asociación permitió eliminar el concepto «inmobiliario», generando el interrogante creativo «¿por qué solo trocar inmuebles, y no vehículos, participaciones en negocios, contratos de franquicias, etc?». Cambiar el objeto de la pregunta posibilita soluciones creativas a problemáticas actuales.
Para individuos que participan en el mercado en busca de comprar “desde pozo”, encontrar un negocio financiero que complementa este esquema fue una alternativa interesante. Permitir incluir en el pago financiado de la propiedad un auto 0km, los muebles, o electrodomésticos, generarían un negocio financiero adicional que tendría una incidencia pequeña en las cuotas del inmueble, y con menores riesgos por existir garantía hipotecaria.
Aquellas personas que invertían en ladrillos como negocio financiero también encontraron una alternativa: pensar en vender cuotas parte. La gran masa de clase media no cuenta con ahorros suficientes como para comprar un departamento; por lo que si las inmobiliarias podrán buscar inversores interesados en comprar cuotas partes de departamentos (parte indivisa). Amigos o familiares podrían acceder a una inversión «en ladrillos» con un monto prcial, que luego podrían vender o alquilar como renta.
Sumado a todo esto, los inmobiliarios pensaron en agregar servicios y prestaciones a sus negocios, considerando que inquilinos, compradores y vendedores tienen un punto común, mudarse. Entonces ¿Podríamos aprovechar la posibilidad de ofrecer servicios como un camión de mudanzas de confianza, un servicio de pintura y limpieza, entre otros?
Las alternativas crecen y se potencian, solo es necesario un elemento motivador y un cambio de paradigmas.
Educación: igualdad y desarrollo
La Universidad Pública posee un compromiso supremo con la realidad de estas épocas. No se trata solo de formar profesionales, sino de contribuir al desarrollo de la sociedad en su conjunto.
Un graduado universitario habrá recibido alrededor de 3000 a 4000 horas de capacitación en su carrera. No solo hablamos del sueldo docente, sino de los gastos por servicios, infraestructura, etc. Todo eso ha sido solventado por todos y cada uno de los que aportamos con nuestros impuestos, incluso, subsidiados por familias que viven bajo la línea de pobreza mediante el pago de sus alimentos básicos (IVA). ¿Es raro que los pobres subsidien a los ricos? La calidad de la Universidad Pública atrae a sectores no necesariamente bajos a capacitarse.
El concepto emergente en varios grupos de trabajo ha sido el “pagaré social”, consistente en devolver las horas que la sociedad le ha financiado al profesional, destinada a los sectores más necesitados. Así, de un curso de 30 personas que se gradúan de un curso – a quienes la sociedad le ha subsidiado 4000 hs en total – devolverán 120.000 horas, destinadas a capacitación de emprendedores, enseñando a leer, brindando clases de apoyo en alguna materia, dictando charlas o con trabajo voluntario en el área que se requiera. Todo eso es posible, y necesario, para el desarrollo equitativo. Habrá recursos abundantes y suficientes para satisfacer las necesidades sociales. Después de todo, en Argentina se gradúan unos 70.000 profesionales de Universidades Públicas al año, sin considerar unos 1,5 millones de profesionales existentes en el país.
El esfuerzo es marginal, mientras que el cambio es sustancial. Quien desee educación pública superior debería aceptar con alegría ese pagaré.
Inflación
La inflación es un tema del que todos hablamos, del que los economistas proponen distintas miradas, pero el que nadie parece poder controlar cuando lo tiene enfrente.
En todas las posturas que se consideran, predomina una sensación de escasez: no hay productos o servicios suficientes para atender la demanda, por lo que aumentamos los precios; no existen recursos eficientes suficientes para atender la producción, por lo que suben los precios, etc.
Pero el concepto de “economía basada en el conocimiento y la tecnología”, no existe escasez sino abundancia. Justamente, la economía basada en las TICs (tecnologías de información y comunicación) permite que el conocimiento fluya casi sin límites, existiendo siempre oferta de conocimiento, a la vez que más personas recurren al mismo para satisfacer una necesidad.
Pensemos en un adecuado sistema de educación a distancia. La educación tradicional tiene limitados recursos para atender un aumento de alumnos, pero las aulas virtuales pueden atender sustancialmente más demanda sin necesidad de aumentar los costos. Lo mismo ocurre con los diarios digitales versus los de formato en papel: más consumo, satura la capacidad productiva y – frente a escenarios de baja inversión – los precios aumentan. Los negocios digitales no solo no aumentan, sino que la escala permite reducir los costos fijos y, por ende, el precio. Además, la economía digital no tiene limitantes físicas: ya no hace falta abrir un local o aula en un área geográfica, solo basta con un clic. Existen exitosos casos de empresas en donde esto también está fundado, como el de Officenet.
Es cierto que duele pensar y salir del área de confort, pero existen situaciones en donde no nos podemos dar el lujo de seguir haciendo lo mismo.
Crisis puede ser vista como oportunidad, pero solo para el que posee una visión creativa de la realidad.
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