Por Diego Pasjalidis (@diegopasjalidis) – Experto en Estrategias e Innovación, Fundador de inspirativa.com
Sin dudas el campeonato mundial nos inspira a unirnos, a alentar, a festejar… Pero hay algo que me viene haciendo ruido desde que la escuché la primera vez, la ya popular canción “Brasil decime qué se siente”
A quienes, como yo, no conocían la letra más allá de algunas palabras, se las comparto:
Brasil, decime qué se siente, tener en casa a tu papá.
Te juro que aunque pasen los años, nunca nos vamos a olvidar…
Que el Diego te gambeteó, que Cani te vacunó, que estás llorando desde Italia hasta hoy.
A Messi lo vas a ver, la Copa nos va a traer, Maradona es más grande que Pelé…
¿La felicidad es comparativa?
Ser feliz es un estado del ser, independientemente de lo que tengamos o no. Tampoco podemos ser felices solo por el hecho de rodearnos de infelices.
El futbol mueve pasiones, sin dudas. Podemos alentar a nuestro equipo de las formas más diversas; pero el cántico que suena hoy a cada momento (incluso por niños) nos habla de valores muy diferentes a los que esperamos como sociedad.
La soberbia argentina parece quedar expresada ya desde el primer párrafo. Parece que nuestra razón de ser pasa por ser superior a alguien que elegimos como contrincante, desconociendo que el fútbol es un espacio de unión y pasión.
Aprendamos de los jugadores, de su saludo antes y después del encuentro. Aprendamos de los valores del rugby que no acepta la agresión porque, definitivamente, no somos enemigos.
Revolver el pasado para reírnos de hechos puntuales, tampoco tiene sentido. “Argentina” no existe, no es algo estático, es algo que cambia con el tiempo. Lo mismo ocurre con los equipos de futbol ¿de qué sirve comparar estadísticas en donde los equipos, entornos, dinámicas eran tan distintas a hoy?
Es lindo que Messi nos traiga la copa mundial; pero nuestra felicidad debe ser el hecho en sí y no el efecto que el mismo le produce a los otros, ¿no lo creen?
¿Maradona es más grande que Pelé?, en edad, en goles, como padre, como capitán, en recaudación… ¿en qué? Y, de ser así, ¿de qué sirve? ¿De qué sirve que los niños en las escuelas canten la canción, que expone valores que no son los que pretendemos como sociedad? ¿De qué sirve que un tema musical gire alrededor de la soberbia, odio, rencor, enfrentamientos…?
¿Podremos escribir un tema en donde alentemos con el corazón y seamos felices independientemente del resto? Prefiero la nobleza del “Vamos, vamos.. Argentina…” cuya letra es aliento puro, es apoyo, es pasión, es perseverancia.
¿Será la canción un efecto emergente del estado social en el que estamos viviendo en nuestro país? Es posible.
Los valores de Mascherano han sido un hecho que acaparó la mirada de periodistas, expertos en fútbol y gente de negocios. Mientras tanto, cuan si fuera una tortura china, la canción tribunera sigue haciendo lo suyo de forma casi invisible.
Pido disculpas y siento vergüenza por la canción.
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